Lo que esta honorable aleya intenta comprobar es la unidad de los Actos Divinos y negar que el Profeta (s.a.w.) es independiente de Dios en la existencia y demás rangos existenciales. Por lo tanto, esto no se contradice en absoluto con lo que le atribuyen a este honorable respecto a ser el autor o el intercesor u otro, con el permiso y deseo de Dios, y nos ordena recurrir a los santos de Dios como por ejemplo al Profeta (s.a.w.). Puesto que la intercesión, saciar las necesidades, la curación del enfermo que él realiza, al igual que sus demás actos se ejecutan de acuerdo a lo que Dios realiza, con el permiso y el deseo de Él.
En realidad, ésta honorable aleya y otras parecidas, anulan las pretensiones de divinidad y señorío por parte del Profeta (s.a.w.). Contario a los cristianos y a los extremistas que respectivamente consideran a Jesús (a.s.) y al Imâm ‘Alî (a.s.) divinidad; o a aquellos que consideran como su dios a los dirigentes de la Iglesia y anteponen los dichos de éstos a las órdenes de Dios, etc.
Por consiguiente, a pesar de que nos vemos obligados a recurrir a estos honorables y a respetarlos, pero nunca deberemos colocarlos en un rango de divinidad ni señorío, ni paralelos a Dios.
Además estamos obligados a aprender de su comportamiento y considerar nuestra existencia y perfección existencial como un favor Divino para no vernos afectados por el orgullo ni la arrogancia.
La aleya 8 de la honorable Sura Al-Anfâl (8), así también la aleya 49 de la Sura Yûnus (10) y otras aleyas similares a éstas, niegan sólo la independencia en la existencia y el que el Profeta (s.a.w.) sea el autor. Y cuando se niega esta independencia al primer ser del mundo de la existencia, es más propio que se niega ésta a los demás seres y naturalmente a las demás criaturas.
Esta honorable aleya es una explicación para aleyas tales como la 64, 79 y 80 de la Sura Âl-i ‘Imrân (3) que niega las pretensiones de divinidad y señorío de los verdaderos Profetas Divinos, y prohíbe a la gente que considere este asunto. Aquí, en lugar de que el Profeta (s.a.w.) se presente como autor, dueño y poseedor de autoridad absoluta e independiente de Dios y muestre ser divinidad o tener señorío sobre la gente, considera a todos los rangos existenciales de sí mismo pertenecientes y dependientes de Dios Todopoderoso, y si poner como ejemplo al beneficio o a la pérdida, es por la importancia de estos dos asuntos que se encuentran en las actividades del ser humano. Puesto que el propósito de la mayoría de los seres humanos en todas sus actividades, es atraer los beneficios y repudiar las pérdidas de sí mismos, y nada más. De lo contrario todos los rangos existenciales de todas las criaturas, y todas las realizaciones y sus perfecciones, son por parte de Dios, y no sólo para atraer los beneficios y repudiar las pérdidas.
Los fundamentos y principios de la unidad de los Actos Divinos, y así también la unidad de los Atributos Divinos –taûhîd sefâtî– (el que todas las perfecciones de las criaturas, son Favores Divinos y sólo Él es perfección absoluta y la fuente de la perfección) son esto mismo que, el ser humano se considere a sí mismo, a sus perfecciones, a su poder y a sus actos como pertenecientes a Dios. No debe considerarse a sí mismo ni a los demás como principal, y si le fue otorgado un favor:
a) no se asemeje a Coré que se consideró a sí mismo autor de todo y diga: «En verdad, se me ha dado todo esto por el conocimiento que poseo»[1];
b) ni sea corto de visión como los egipcios que juzgaron a los demás autores de todo, considerando al Faraón como una divinidad y con señorío[2]
c) no se suponga como Faraón y Nemrod autoridad de todo y no grite: «¡Yo soy vuestro Señor Supremo!»[3];
d) no considere que algo viene tanto por parte de otro como por parte de Dios, sin que a ese otro lo considere como intermediario del favor y medio de Dios. No vaya a ser que diga, ¡primero Dios, después fulano resolvieron mi problema! Que en este caso es un dualista y no monoteísta. Mientras que en todos los casos, debe agradecer a Dios que le otorgó a él ese poder y perfección, o resuelva su problema a través de uno de los medios.
Y ésta es esa misma lección que nos da esta aleya y otras similares, y el propio Profeta (s.a.w.) es un modelo elevado para todos los seres humanos, para que mientras más avancen incrementen su conocimiento y humildad respecto a Dios, y agradezcan más que antes las bendiciones Divinas.[4] Por consiguiente estas aleyas que niegan el rango del señorío y la posesión de independencia no se contradicen con las aleyas que nos ordenan recurrir a él (el Profeta) y hacerle una petición para terminar con un problema, o pedir curación, intercesión u otras, o comprobar estos rangos para estos honorables, y atribuirles algunos asuntos a éstos; puesto que aquí es la negación de la independencia, y allá es la comprobación de ser la realización de un acto de acuerdo con los actos de Dios y con el permiso de Dios. Al igual que repetidas veces los milagros de Jesús (a.s.), a pesar de que los atribuyen a él los considera bajo la condición de un permiso[5], para negar la sospecha y la duda de divinidad e independencia de ese Profeta (a.s.) que los demás equivocadamente imaginan respecto a él.
Por consiguiente, hay que tener cuidado que comprender el rango de éstos y los prodigios que realizan (los Profetas y Imâmes), no provoque que los imaginemos como el influyente principal e independientes de Dios. Sino que, respetando el digno rango de estos honorables debemos considerarlos inferiores al Creador y dependientes de esa Esencia Sagrada, y agradecerle y servirle sólo a Él.
Fuentes para mayor estudio:
Los grados de la moral en el Corán, ‘Abdul.lah Ÿawâdî Âmulî.
Estudios y Análisis Islámicos, Saîîed Muhammad Husâîn Tabâtabâî, pp.269-277.
Recurrir a: Exegesis Al-Mizân, y demás obras de exegesis a continuación Sura Anfâl (8:8), Yûnus (10:49) y Âl-i-Imrân (3:64, 79 y 80).